viernes, 22 de noviembre de 2013

Confundiendo Estado y partido, otra vez


Una de las características de los Estados totalitarios es la mixtura entre el Estado y el partido político. Ya sea que asuman mediante elecciones (nazismo), golpes (fascismo) o revoluciones (comunismo) en esos casos el Estado y sus órganos pasan a ser dirigidos por el partido político. Ambas cosas se fusionan en una sola.

Por lo general desde esa posición prohíben a todos los partidos políticos. Pero el paso previo es el que ya se dijo, la fusión entre el partido gobernante y los organismos estatales, como si ambos fueran una unidad y apuntaran a los mismos fines.

El Gobierno nos dio una clara muestra hace poco con los cambios. Pusieron como Jefe de Gabinete a Capitanich. Este señor está muy lejos de representar los ideales "nacionales y populares" que el kirchnerismo pretende defender. No solo por el tema de los qom y la soja, sino por sus ideas con respecto al matrimonio igualitario y el aborto.

¿A qué obedece entonces su designación? Todos los analistas políticos consisten en que es una jugada para el 2015. Capitanich fue uno de los gobernadores que salió mejor parado en las elecciones de octubre. Junto con Urribarri fueron los grandes ganadores. Ambos encabezan la llamada Liga de los Gobernadores junto a Urtubey, Insfrán, Béder Herrera y otros personajes similares.

Optaron por el Coqui a quien le dan este cargo de Jefe de Gabinete. Saben que Capitanich, a diferencia de Abal Medina, es una figura con un peso político propio, con mayor disposición a hablar con los gobernadores y con una personalidad más fuerte.

Sin la reelección de Cristina, sin figuras fuertes en la Capital y sin querer saber nada con Scioli e Insaurralde que fueron los padres de la derrota, ahora el kirchnerismo apuesta a esta Liga de Gobernadores y para eso no tuvieron mejor idea que nombrar en un cargo ejecutivo nacional a uno de esos gobernadores para darle proyección.

Y eso es precisamente fusionar al Estado con el partido. Por supuesto que no digo que el Gobierno sea totalitario, lejos está de serlo. Pero este tipo de actitudes son nefastas. No se pueden otorgar ministerios o cargos públicos con el solo fin de fortalecer a un posible candidato. Nosotros los ciudadanos no tenemos porque tolerar que los funcionarios que deberían defender nuestros intereses ocupen sus funciones solo con fines presidencialistas.

Estas actitudes no hacen más que demostrarnos que, a 30 años de la democracia, todavía nos falta demasiado para ser plenamente democráticos y plenamente republicanos.

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