martes, 10 de septiembre de 2013

#JusticiaPorKevin


El fin de semana pasado en un tiroteo entre jefes narcos que arrancó el sábado a la madrugada en el barrio Zavaleta en Pompeya murió en medio de la balacera Kevin, un nene de 9 años, de un tiro en la cabeza.

La zona se encontraba liberada por las fuerzas de seguridad. Los vecinos le fueron a avisar a la Prefectura y no intervino para detener esta situación.

Este trágico crimen nos trae la fachada más dolorosa de la Década Ganada y el modelo. La inserción de las mafias en la sociedad es terrible. Y esto no pasa en el Interior solamente ni en los centros urbanos de las provincias, como nos quiere hacer creer el kirchnerismo acusando al gobierno santafesino de convertir a Rosario en una ciudad narco. Lo cual es cierto, pero para acusar con el dedo a los demás hay que tener autoridad.

Estas bandas narco que se aprovechan de la marginación y el desamparo de los sectores carenciados para utilizarlos como carne de cañón, con el apoyo o por lo menos la inacción de las autoridades políticas, judiciales y las fuerzas de seguridad, son una realidad en TODO el país. Y no en puntos aislados, en las grandes ciudades también hay. Y los perjudicados son siempre los mismos, los que mueren a largo plazo por la droga o los que mueren a corto plazo por andar a los tiros. Generaciones de niños y adolescentes con sus vidas arruinadas. Mientras se debate si bajar la edad de imputabilidad. Mientras en la Villa 21 inauguran un cine.

Esta situación es culpa del Gobierno Nacional, porque sus fuerzas federales son las responsables de las zonas liberadas y este caso en Pompeya es un ejemplo muy claro. También es culpa del Gobierno de la CABA, porque mientras el narcotráfico crece en las villas nadie hace nada. La inacción y la negligencia de ambos gobiernos genera estas cosas.

EL TELESCOPIO pide cárcel y castigo para los responsables de este asesinato y para los que permitieron que se lleve a cabo. Que se combata de una buena vez a todas estas bandas criminales que asesinan a cientos de ciudadanos.
Aunque no se puede confiar en este poder político corrompido y cómplice. Es hora de que la propia gente se movilice para frenar esta destrucción de la sociedad.

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